Tradición en vidrios

Desde hace más de cuatro décadas, Vidriería Romano realiza todo tipo de trabajos en Escobar y la zona. Además, amplió su servicio con un taller de aluminio para la confección de aberturas propias. “Hacemos lo que nos pidan”, afirma su dueño.

Fue una de las primeras vidrierías del por entonces pueblo de Belén de Escobar. Comenzó en la casa de Pedro Romano, su fundador, y a los pocos años se acoplaron sus primos Nicolás y Omar, quienes empezaron a sumarse en 1971.

“Con mi hermano estábamos trabajando en una empresa. Pedro nos habló para ir con él y ahí fue Nicolás. Yo me fui a jugar al fútbol a Villa Dálmine, donde era arquero, dejé y compré una vidriería en Benavídez sin saber nada del rubro. Así empecé, levantando pedidos y trayendo vidrios a cortar a este local”, cuenta Omar Romano sobre los comienzos de la ya clásica vidriería.

Rápidamente el comercio se hizo conocido, funcionaba en el local donde ahora está la casa de sanitarios, en la avenida San Martín al 200. Allí los hermanos le alquilaron a su primo durante ocho años, hasta que pudieron comprar su propio inmueble, el mismo donde están desde 1980: en General Paz 636. “En esa época lo que trabajabas te rendía, hicimos rápido la obra y nos instalamos acá”, recuerda Omar, quien quedó al mando del negocio tras la muerte de Nicolás, ocurrida el 31 de octubre de 2009.

El Escobar de hoy cambió mucho y para la vidriería el trabajo fue incrementándose con la construcción constante de edificios, negocios y fábricas que se asentaron en la ciudad. “Hay bastante trabajo, porque hubo un auge de construcción. Nosotros ahora incorporamos nuestro taller de aberturas de aluminio y vamos a empezar a hacer PVC también”, adelanta.

Sobre el amplio espectro que abarca su actividad, Romano explica: “Hacemos muchas obras, buscamos agarrar algo y ocuparnos de todo, aberturas y vidrios. También seguimos con las vidrieras de los comercios. En fin, lo que nos pidan”.

Así como hace cuarenta años Pedro Romano involucró en el negocio a sus primos, Omar hizo lo propio con sus dos hijos: Adriel y Mauricio, con quienes se amplió la demanda a partir de la incorporación de los talleres. Además, hicieron cursos de perfeccionamiento y compraron las máquinas necesarias para encarar los nuevos trabajos de aluminio y PVC.

En la actualidad, la vidriería la llevan adelante Omar, sus dos hijos y Rosana López, que está con ellos hace 27 años en la atención al público.

Los clientes de Romano no se limitan a la ciudad y su zona de influencia. “Durante muchos años tuvimos el mantenimiento de la fábrica Ford, hicimos la planta de camiones y las ampliaciones cuando vino Volkswagen… También muchos trabajos en la costa, como Mar de Ajó, San Bernardo y Pinamar”, señala Omar. Además, atendieron pedidos para varios edificios de Capital Federal y también colocaron sus vidrios en la Embajada de Estados Unidos, en Palermo.

Vidriería Romano, una pyme marca registrada en Escobar, con un largo recorrido de trabajo y dedicación, que se hizo fuerte a base de constancia, seriedad y buena atención.

Por Javier Rubinstein

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